domingo, 27 de mayo de 2012

Informes de lectura sobre cuentos destinados a primer ciclo

Informes de lectura sobre los cuentos sugeridos en el Diseño Curricular destinados a primer ciclo, elaborados por estudiantes de 3º año del Profesorado de Educación Primaria



Informe de lectura de Yanina Diz sobre "Aladino y la lámpara maravillosa"

La obra “Las mil y una noches”, es de autor anónimo y está compuesta por varios relatos. Estos relatos en un principio fueron transmitidos oralmente y pertenecen a la India, Persia, China, Egipto y Siria.
            El libro comienza con el cuento del sultán Shahriar que descubre que su mujer lo traiciona y entonces la mata. A  partir de ese momento, cree que todas las mujeres son iguales. Entonces ordena a su visir conseguirle una esposa cada día y después ordena matarlas por la mañana.
            Pero cuando Sherezade, hija del visir,  se ofrece como esposa del sultán, ella se entera del plan, entonces para alargar las noches, sorprende al rey contándole un cuento y suspende el relato antes del alba, prometiendo el final para la noche siguiente. El rey estaba tan entusiasmado con el relato que le concede otra noche. Así, durante mil noches, Sherezade sigue contando sus cuentos que la mantenían con vida. Al final ella dá a luz a tres hijos y después de mil noches y una viven felices para siempre.
            Dentro de “Las mil y una noches”, está el cuento de “Aladino y la lámpara marvillosa”, que es uno de los cuentos que voy a elegir para que lean los alumnos de primer ciclo.

Aladino y la lámpara maravillosa:

            Si bien, es un cuento bastante conocido por los chicos, a través de las películas y los dibujos de Disney, además de la música de Aladino, que también relata en sus canciones, su historia, elegí este cuento porque es maravilloso, está lleno de enseñanzas y de aventuras. También porque despierta la imaginación.
            El cuento comienza con Aladino que se escapa del colegio y conoce a un extraño que dice ser su tío y comienzan a hablar. Acá aparece el famoso tema de que escaparse de la escuela y hablar con extraños puede traer problemas, como le pasó a Aladino, que en vez de conocer a su tío, conoce a un tramposo que lo engaña y que resultó ser un brujo malvado. Aquí aparece otra de las tantas moralejas: “De que no todo es lo que aparenta” y que muchas personas llevamos una máscara o un disfraz que oculta lo que en verdad somos.
            La historia presenta tres partes:
1º: El protagonista logra un primer éxito cuando descubre al genio.
2º: Atraviesa una crisis en la que parece haberlo perdido todo
3º: Triunfa sobre la adversidad.
Este  último triunfo se debe, también, a su crecimiento y madurez interior.
El haber encontrado al genio, le cambia la vida, ya no va a volver a sufrir el hambre y más adelante se enamora. Gracias al genio, puede ofrecer un gran regalo al padre de su enamorada para demostrarle el amor hacia su hija. Estas eran costumbres árabes antiguas. Pero así es como Aladino se casa con Halima. Aunque, Aldino, nunca le cuenta sobre la lámpara maravillosa y se lo oculta. Es por esto que Halima se la entrega al vendedor que cambiaba las lámparas viejas por nuevas, resultando ser este vendedor, el tramposo brujo que conocía a Aladino.
Aquí aparece otro famoso tema de fábulas y cuentos que le indica al niño que ocultar algo puede traer conflictos y que no se deben ocultar las cosas cuando tenemos confianza en el otro, sino puede perderlo todo, hasta el mismo genio, como le paso a Aladino.
Pero al final, y gracias al anillo mágico, pudo recuperar a su mujer, al genio y al palacio.
            Aladino, por ser un cuento milenario, revela un personaje de la literatura fantástica y maravillosa que es el Genio que sale de la lámpara al frotarla y que concede tres deseos hacia aquel que lo liberó, como una recompensa. Al mismo tiempo, el Genio se vuelve el esclavo del amo que lo deja salir de la lámpara.
            Aladino resulta ser un cuento ideal para los niños en pleno desarrollo, ya que no sólo deja sus enseñanzas, sino también, grandes personajes que lo van acompañar en otras lecturas; además de ser de aventuras y lleno de imaginación que motivan al niño a prestar atención.  





Informe de Lectura de Evelyn Di Nezza sobre "El viaje más largo del mundo"


Gustavo Roldan nació en Sáenz Peña, provincia del Chaco, en 1935. Es licenciado en letras y ha trabajado como periodista y docente. Es autor de cuentos para niños y adultos, por los que ha obtenido premios y menciones.  Uno de sus tantos cuentos se titula, “el viaje mas largo del mundo”, fue escrito y publicado en el año 2002, palabras del autor cuentan que muchos de sus cuentos y también este nacieron en un viaje que realizo junto a su esposa e hijos donde por grandes lluvias debieron permanecer encerrados en una carpa y para entretener a los chicos les contaba cuentos que él conocía. Una vez que esos cuentos se le acabaron tuvo que inventar otros y para ello se basó en historias de su infancia en el monte chaqueño junto al Río Bermejo, que era donde él vivía y donde transcurren todas sus obras. Fueron estos Cuentos los que comenzó a escribir años después a pedido de sus hijos quienes lo ayudarían a recordarlos. Pero había un cuento que no podía recordar y por más que sus hijos y esposa lo ayudaron no pudo concretarlo y lo dejo archivado en una carpeta, la cual año tras año sacaba para intentar concluir ese cuento que le había quedado pendiente. Hasta que por fin 40 años después de haberlo contado a sus hijos pudo encontrarle un camino para terminarlo y titularlo “el viaje mas largo del mundo”. El titulo y la historia narrada hablan de la realidad del autor,  es un cuento que lo acompaña desde el lugar donde se crió (el monte chaqueño) hasta su casa actual en Buenos Aires. Este cuento trata sobre un grupo de animales que oyeron hablar de un lugar donde había muchas comodidades para que ellos pudieran vivir, mucha comida, mosquitos, agua que no se acababa nunca, etc. Y deciden ir hasta allí, algunos querían ir volando, otros nadando, otros saltando y otros caminando, pero no se ponían de acuerdo en que forma ir, hasta que deciden ir cada uno como más le gustaba, en este viaje se le presentan varios inconvenientes que resuelven en forma grupal ayudándose unos con otros para llegar todos juntos sanos y salvos. Una vez que llegan a ese lugar se instalan cada uno donde estuviera más cómodo, pero había un problema, ese lugar era una casa y en esa casa vivía una persona que no sabia que hacer con tantos bichos. Este cuento habla del compañerismo entre animales de diferentes especies que conviven sin ningún problema y realizan un viaje juntos ayudándose entre sí, sin importar tamaño, habilidad o color, se valoran unos a otros. Así todos los problemas tenían una solución, porque aprovechaban las diferentes habilidades que tiene cada uno para continuar con su camino. Podemos decir que su mensaje es sobre los valores, sobre no discriminar ni dejar afuera a nadie por diferentes que seamos o las habilidades que tengamos, respetarse el uno al otro, acompañarnos y ayudarnos mutuamente para poder cumplir un objetivo. Contribuye con la educación cultural y social de los niños ya que nuestra sociedad está compuesta por muchas personas de otros países y que tienen otras culturas pero no por eso deben ser diferenciadas, apartadas, ni discriminadas.                                                                            Desde mi punto de vista el autor ejemplifica su historia de vida en una narración ilustrada para chicos con el objetivo de compartirla y dejar un aprendizaje, del cual hablamos anteriormente, utilizando grandes ilustraciones y pocos renglones de texto para ayudar a la comprensión del niño y para que su nivel de dificultad sea acorde a la edad promedio a la que el cuento está destinada. En comparación con otras obras del mismo autor y dicho por él, todas sus historias tratan de un viaje ya sea externo de desplazamiento o un viaje interno de aprendizaje, y pensándolo pude darme cuenta que todos los cuentos tienen ese punto en común, todos tratan de un viaje.                                                   
El cuento leído resulta muy atractivo para chicos tanto por sus ilustraciones como por su mensaje e historia. Posee un final inesperado, que presenta un problema para el habitante de la casa, quien en la primera lectura nos resulta desconocido, pero al informarse sobre el mismo se puede descubrir que ese habitante es… Gustavo Roldán.
 Bibliografía:
·         http://www.youtube.com/watch?v=gODRVUc9la0 (video del autor)
·         http://www.youtube.com/watch?v=Ch8-vJn7cqw (video del autor)
·         http://www.buenosaires.gov.ar/areas/com_social/audiovideoteca/literatura/roldan_biblio_es.php (bibliografía del autor)


      Informe de lectura de Paula Aleijo sobre Federico y el mar


La obra a analizar es Federico y el mar de Graciela Montes quien nació en Florida, provincia de Buenos Aires, el 18 de marzo de 1947. Es Profesora en Lenguas y Literaturas modernas de la Universidad de Buenos Aires. Autora de libros de ficción, de varias colecciones de divulgación de conocimientos para niños y libros de reelaboración folklórica y mitológica. Autora de textos de reflexión sobre la literatura y la lectura. Traductora y editora. Realizó importantes traducciones de la literatura infantil y juvenil. Entre sus trabajos más destacados tradujo las Alicias de Lewis Carroll, los Cuentos de Perrault, Las aventuras de Huckleberry Finn, y la obra de Marc Soriano Literatura para niños y jóvenes, guía de exploración de sus grandes temas. Además, recopiló ensayos sobre literatura e infancia en dos libros: El corral de la infancia y La frontera indómita.  Su inmensa producción abarca la ficción, los libros informativos,  y la teoría literaria. Por su trayectoria, fue nominada candidata por la Argentina al Premio Internacional Hans Christian Andersen en 1996, 1998 y 2000. La Fundación El Libro le otorgó en 1999 el Premio Pregonero de Honor, una distinción que tiene como objetivo fundamental dar público reconocimiento a los difusores de la literatura infantil y juvenil argentina. En 2004 la Fundación Konex distinguió su trayectoria profesional con el Diploma al Mérito en la categoría "Literatura Infantil", galardón que se otorgó a los escritores más destacados en los últimos diez años. Por la obra El turno del escriba, escrita en coautoría con Ema Wolf, ganó el VIII Premio Alfaguara de Novela 2005.

En una presentación materializada en libros de cartón con textos brillantes e ilustraciones de gran expresividad, reúne felizmente situaciones reales expresadas con ternura, Federico muestra que las cuestiones más sencillas son desafíos enormes para el que está creciendo. Por eso a veces se enoja, tiene miedo o se porta mal.
Federico está creciendo, y crecer siempre es difícil. La serie Federico crece  toca las cuestiones sencillas pero que resultan grandes conquistas. Entre los dolores por los obstáculos y las alegrías de los triunfos transcurre su primera infancia; una etapa en la que todo es asombroso, intenso y apasionante porque hay un gran deseo de seguir creciendo.
Federico y el mar narra unas vacaciones que Federico comparte con sus papás en la playa. Se trata de sus primeras experiencias frente al mar, cargadas de curiosidad, pero también de algunos miedos ante el intimidante mar. Poco a poco y en compañía de sus papás, Federico irá descubriendo los secretos que tiene para él la playa y el juego.
Las ilustraciones de Claudia Legnazzi transmiten ese mundo de sensaciones nuevas. La ilustración a doble página en la  que está Federico de espaldas, dibujado muy pequeñito y frente al océano, contemplando las enormes olas, es suficiente para demostrar las sensaciones que lo acompañan .
En los siete cuentos donde Federico es el protagonista ( “Federico y su hermanita” ,”Federico se hizo pis”, “Federico dice no “, “Federico va a la escuela “ , “Federico y el tiempo” , “ Federico no presta ”) suceden situaciones cotidianas que para el niño son un problema. En todos los casos Federico resuelve el inconveniente  acompañado por sus padres o por otros personajes que actúan de mediadores.
Quienes somos padres sabemos bien, que es posible que la primera vez que un niño se encuentra con el mar, sienta miedo y que, nosotros, los padres, somos los encargados de ayudarlos  para que ese miedo se transforme en placer y alegría. Finalmente nuestro hijo, no querrá salir del mar.
Se puede relacionar a esta serie de libros de cuentos con la serie de dibujos animados “caillou”, ya que este niño también es protagonista de cada capitulo y pasa por emociones similares a las de Federico.
“Federico y el mar” es acorde para niños que se están iniciando en la lectura porque el aspecto más llamativo son las ilustraciones , muy coloridas y ocupan la mayor cantidad de espacio en las hojas. Por el contrario, el texto está ubicado en las esquinas inferiores o superiores, de manera tal que no obstaculizan las ilustraciones.
Este cuento puede ser un disparador del diálogo en el aula para reconstruir diferentes experiencias de los niños, por ejemplo, cuando fueron al mar por primera vez.
Es muy útil para niños con capacidades limitadas a la hora de expresar sus sentimientos, al leer este cuento se podrán identificar con Federico y reconocerán emociones que hasta ese momento no sabían identificarlas ni superarlas. 



Informe de Lectura de Vanesa Catacora sobre Federico va a la escuela

La obra a analizar forma parte de una serie de cuentos para niños de Graciela Montes, quien nació el 18 de marzo de 1947 en Buenos Aires , Argentina , se recibió de Profesora en Letras en el año 1971, por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
En esta serie de cuentos expone situaciones en las cuales Federico aprende mediante su propia experiencia; así el proceso de enseñanza-aprendizaje se percibe y se lleva a cabo como proceso dinámico, participativo e interactivo.
Uno de los cuentos se titula “Federico va a la escuela” en el cual la autora pretende desde cuestiones sencillas en la infancia de Federico, acercarnos al mundo de los primeros años de vida, donde se empiezan a formar la identidad, los valores y los buenos hábitos.
Al analizar el cuento, podemos remontarnos a lo que alguna vez tuvimos que transitar, nuestro primer paso fuera del ámbito familiar.  Cómo no recordarlo, mi madre suele contar la anécdota, una y otra vez en reuniones familiares, sobre mis gritos desgarradores cada vez que me dejaba en la puerta de la escuela. Hoy que soy madre de una niña de nueve años puedo saber lo que sintió en aquel momento. En el cuento podemos ver a una mamá dispuesta a ver crecer a su hijo. “Está Rosa, tu maestra-le dice la mamá. Dicen que van a jugar…lo acaricia y sonríe” (cita del cuento, “Federico va a la escuela”)
En la aparición y desarrollo de estas etapas influyen cualitativamente distintos factores, destacándose entre ellos los biológicos, los educacionales y culturales y por último el socio familiar en este sentido la Sociedad primero y la Institución Educativa después tienen mucho que aportar para lograr una educación equitativa y de calidad.
Piaget parte de que la enseñanza se produce "de adentro hacia afuera". Para él la educación tiene como finalidad favorecer el crecimiento intelectual, afectivo y social del niño. La acción educativa, por tanto, ha de estructurarse de manera que favorezcan los procesos constructivos personales, mediante los cuales opera el crecimiento. Las actividades de descubrimiento deben ser por tanto, prioritarias. Esto no implica que el niño tenga que aprender en solitario. Al contrario, una de las característica básicas del modelo pedagógico piagetiano es, justamente, el modo en que resalta las interacciones sociales horizontales.
En conclusión el cuento de Graciela Montes evoca etapas de la infancia y experiencias  vividas en la vida real de un niño  donde crecer es difícil pero eso sí, Federico está decidido a seguir creciendo.



Informe de Lectura de María Fernanda Marciano sobre: “Leyenda de una ballena

El cuento a analizar fue escrito por  Ema Wolf, quien fue distinguida con el premio Konex, Premio mundial de literatura José Marti, Primer premio Nacional de literatura infantil y juvenil y entre sus obras podemos destacar libros de cuentos para niños. Su segunda autora es Marta Prada, periodista y productora de radio, con gran experiencia en literatura infantil.
En tiempos remotos, Goos, una enorme ballena vivía en la tierra entre los Tehuelches. Andaba de un lado a otro aplastando con su gran peso y tamaño cualquier cosa que se le cruzara. Pero el gran problema era que, día a día iban desapareciendo las cosas, los animales y la gente. Los Tehuelches le pidieron ayuda a Elal, el héroe, quien descubrió que Goos bostezaba y se tragaba toda cosa o persona que tenía por delante. Elal, decidió convertirse en tábano y en cuanto Goos bostezó entró a su garganta. Una vez dentro de ella, comenzó a hacerle cosquillas hasta que la hizo estornudar y todo lo que había desaparecido volvía. Elal comprendió que el mejor lugar para la ballena no era la tierra sino el agua. Así vivieron todos felices con Goos en el mar cuidándose y cuidándola.
Este cuento está escrito dentro del marco pedagógico constructivista. Aquí se pretende que los niños puedan adquirir el conocimiento de lo que es una leyenda y con la finalidad que recapaciten que los seres vivos, cada uno en su especie, debemos permanecer en nuestro hábitat sin perjudicar a los demás ni perjudicarnos. En él intervienen, como en todo cuento  un personaje principal y un héroe, quien salva toda situación problemática. Con respecto al personaje principal; las autoras nos sacan a relucir que a veces no realizamos ciertas acciones por maldad sino por instinto, en este caso animal.
Nos introduce también en el mundo de los pueblos originarios, donde aquí, los niños conocerán sus costumbres y modos de vivir y así lo relacionarán con nuestra historia.
Describen a la ballena de una manera muy inteligente mostrándonos que este animal no es para nada agresivo. Aprovecha también, su propósito para dar a conocer su anatomía y que por más grande que sea su tamaño, la realidad es que es una especie totalmente dócil. Esto nos lleva a reflexionar que nada ni nadie puede ser juzgado por su apariencia.
Finalmente realizan comparaciones con otros cuentos donde interviene la temática del mar y sus vivencias, como es el caso del tan nombrado y querido Pinocho.
Son muy interesantes estas historias adaptadas a un primer ciclo donde el docente hará notar a sus alumnitos que el hombre, a veces por pasatiempo y otras para alimentarse o fabricar elementos que satisfagan sus comodidades sacrifican a estos seres, quienes nos regocijan con su presencia adornándonos el planeta.



Informe de lectura de Belén Ruiz sobre Un elefante ocupa mucho espacio

Elsa Bornemann nació en Buenos Aires, es profesora de Letras y escribe libros para niños y jóvenes desde hace treinta años, también ha compuesto canciones, novelas y piezas teatrales. Algunas de sus obras han sido publicadas en varios países de América Latina y de Europa, en los Estados Unidos, Israel y Japón.
Una de sus obras, Un elefante ocupa mucho espacio, que incluye quince pequeños cuentos,  fue publicada – en primera edición – en diciembre de 1975 bajo el sello de Ediciones Librerías Fausto.
En octubre de 1976 fue incluido en el cuadro de honor del permio internacional “Hans Christian Andersen”, otorgado por la IBBY( International Board on Books for Young people), por considerarlo “un ejemplo sobresaliente de literatura con importancia internacional”. Un año después, el libro de cuentos fue prohibido por Decreto 3155 del Poder Ejecutivo Nacional a cargo de la junta militar, “por tratarse de cuentos destinados a un público infantil con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo”.
La autora, con estos relatos, tiene la finalidad de concientizar al lector de los derechos y valores  que debe tener el niño. A través de personajes variados, consigue transmitir una visión sensible sobre el mundo y a su vez sorprende por la originalidad de sus argumentos. Expone situaciones de libertad, amistad, solidaridad, justicia, amor y desamor e incluso hace sobrevolar la imaginación, a través de la belleza y la fuerza de la palabra. A continuación, se dará a conocer cada uno de los valores mencionados, remarcando el propósito de cada historia.
En primer lugar, JUSTICIA como en el primer relato, donde un elefante de un circo se declara en huelga, y convoca a  los demás animales que también están hartos de que el dueño los fuerce a hacer ejercicios absurdos para divertir al público. Manifestando diferentes situaciones, finalmente los hombres son obligados a realizar pruebas de animales, consiguiendo su objetivo de que los devuelvan a la selva.  
En “El pasaje de la Oca”, era tan angostas las calles de este pasaje que a los vecinos les bastaba sacar las manos por las ventanas para estrechar a los del enfrente. Ellos viven felices hasta que don Álvaro Rueda, el dueño del terreno, decide demoler el camino para construir un gran edificio. Los ciudadanos buscaban una solución, luego de pensar juntos, deciden despegar y trasladar la calle completa hacia las afueras de la ciudad para no desprenderse del pasaje que tanto querían.
En “El año verde”, el Rey promete que cuando llegue el año verde todos sus súbditos van a ser felices. Pero aquel año nunca llega. Hasta que un joven pinta el pueblo entero de color verde, sin embargo la lluvia empieza a largarse y destiñe todo el pueblo, dejando falsas promesas por parte del soberano.
En segundo lugar, AMISTAD, en “Una trenza tan larga…” como la de Margarita que media 100m. su familia quería cortarle el pelo porque podía tener muchos problemas cuando fuera al colegio, pero todo se resolvió con ayuda de sus compañeros y la trenza siguió creciendo sin ningún problema. Mostrando un acto de unión.
En tercer lugar, IMAGINACION, en, “Cuando fallan los espejos”, uno de ellos adelanta en el tiempo y el otro atrasa. La sobrina del tío Gustavo, al fijarse en el espejo que adelantaba se asustó, porque reflejaba a una anciana. Demostrando en cierta forma, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
“Niebla voladora”, es la historia de una gata que está aprendiendo a volar. Una noche vuela por primera vez. Su dueña, Tina, no puede creer lo que esta viendo, su gata volaba cada vez más alto y más alto. Dejando en claro que en la imaginación todo es posible.
En  “Donde se cuentan las fechorías del comesol”, el comesol, era un gato que parecía alimentarse de sol. Un día inventa el acaparasol, una especie de barril para almacenar el sol, colocarlo en botellas y vendérselo a los demás. Los otros felinos se quedaban a oscuras, helados, hasta que deciden abrir el tonel de sol y volver a tener luz y calor.
En cuarto lugar,  AMOR Y DESAMOR, en  “Cuento con caricias”, un niño acaricia el ala de un tero al que nunca nadie lo había hecho. Luego el tero, acaricia una vaca, ésta acaricia a un armandillo, éste al erizo, y éste último a un niño que pescaba junto al río. Todos estaban encantados de que los acaricien, conociendo que tan importante es el halago hacia el otro.
En “La madrastra”, Miguel y Susana son huérfanos de madre, frente a tan grave pérdida, se encuentran bajo una gran tristeza. Un día su padre trae a una joven muchacha para ser la mamá de ellos. Y los niños volvieron a sonreír, se encontraban encantados de tener una madrastra tan linda, que los quiera mucho.
En “Cuento gigante”, Bruno es un gigante que conoce a Leila, una mujer pequeñita quien lo ilusiona, y el corpulento termina enamorado. Le pide casamiento, pero a ella, no le gusta la casa del gigantesco porque era demasiado grande y le dice que no, dejándolo triste y solo.
Quinto y último lugar, LIBERTAD, en “Pablo” un poeta, que acaba de morir y sus vecinos se encuentran tristes por la perdida. Y de pronto, una niña vestida de blanco sale de la casa de Pablo y grita mensajes tan bonitos como los que decía el amante de la poesía, para siempre recordarlo como un amante de las palabras.
En “Caso Gaspar”, un joven cansado de recorrer la ciudad con su maleta, harto de gastar suelas y de usar los pies, decide caminar sobre las manos. Su idea es censurada por el resto de las personas, a tal punto que lo llevan preso, aunque al final deben dejarlo en libertad, dada la ausencia de leyes que prohíban tal conducta.
En “La casa-árbol”, la construye el padre sobre la copa de un árbol, colocando rama por rama, hoja por hoja. Allí vivía con su familia muy feliz. Pero comienza a secarse el árbol, y deciden abandonar aquella casa, remontando su vida hacia la ciudad.
En “Sobre el regazo”, es el caso de la familia Lande, tenían la costumbre de sentarse uno arriba del otro (desde el padre hasta el hijo menor), en el comedor, en el jardín de su casa. Hasta que un viaje en avión los obliga a relegar ese hábito y encuentran el beneficio de ocupar cada uno su lugar.
La figura del narrador varía en cada cuento. Algunos hacen uso de un narrador en tercera persona, otros del omnisciente, y otros, focalizado en algún personaje.
Finalmente, en Un elefante ocupa mucho espacio, reapareció, debido al retorno de la democracia, en 1984. Frente a esto, cabe aclarar que Elsa Bonermman realizó una gran labor al crear esta obra, dejando un mensaje diferente en cada cuento, abriendo un panorama para hacer reflexionar al lector.  Seria factible su utilización en el aula, para trabajar con los alumnos, desde el mundo de la imaginación, los derechos y los valores.


Informe de lectura de Verónica Artegoitía sobre Había una vez una casa 


Este informe presenta un análisis de la obra Había una vez una casa de Graciela Montes quien nació en Buenos Aires el 18 de marzo de 1947. Es Profesora en Lenguas y Literaturas Modernas por la Universidad Nacional de Buenos Aires, de donde egresó en 1972. Desde mediados de la década del 70 dirigió numerosos proyectos editoriales.
En 1986, fue co-fundadora de la editorial Libros del Quirquincho y como Directora de Publicaciones, hasta su alejamiento definitivo en 1992, sentó las bases de una línea renovadora y progresista en la edición de libros para niños y jóvenes. Su reconocida trayectoria está jalonada con importantes premios.
En 2005 y con la Editorial Alfaguara publicó una serie de cinco cuentos destinados a pre lectores llamados Había una vez… (Había una vez un barco. Había una vez una casa. Había una vez una llave. Había una vez una nube. Había una vez una princesa.)
Esta serie de libros están impresos en resistente cartón plastificado e incorpora el código de los “pictocuentos” (pictografías): algunas palabras se han reemplazado por dibujos que los niños y las niñas asocian fácilmente con el término que sustituyen.
 “Había una vez una casa", es uno de los cuentos recomendados para utilizar en primer ciclo.
Es una breve historia que transcurre en una casa enorme donde habitan muchos animales, un huevo de gallina y en el jardín, vive un gigante. Este último personaje es malhumorado y persigue al resto cada vez que llueve, pero cuando sale el sol se comporta amablemente.
El pollito, quien nace del huevo, siendo el más chiquito y a pesar que lo dejaron muy solito, es quien trabajando de mediador se roba el protagonismo de la historia cuando enfrenta al ogro, y soluciona el conflicto de la casa.
Un argumento que así resumido puede sonar poco original, pero contado con las precisas palabras de Montes y los expresivos dibujos de Rojas se transforma en un cuento divertido, sin sermones y con un héroe inesperado.
Personalmente me parece adecuado trabajar este cuento en primer grado, siendo el docente quien lo lea en voz alta, para lo cual, –se debiera aclarar desde el principio–, la “seño” requerirá ayuda para la lectura.
Se podrá ir mostrando el libro e ir señalando y exponiendo la pictografía que se debe leer, escuchando las interpretaciones de los niños hasta dar con la palabra correcta que da sentido al relato.
Esta conversación sobre significados posibles será rica para iniciar a los niños en la lectura de imágenes, para mostrarles cómo las mismas cosas se pueden designar con distintas palabras, que no todos entendemos lo mismo cuando vemos un dibujo y, sin embargo, podemos ponernos de acuerdo en una lectura que dé un sentido común al texto.
El gesto del lector es siempre asociativo y, si lo que buscamos desde tan temprana edad es ayudar a los niños y niñas en la construcción de su propio “camino lector”, buena manera de conseguirlo es proponer recorridos interesantes, tal vez preguntando:
 –Hay muchos cuentos con Ogros Malhumorados. ¿Quieren que leamos algunos más?
Si se logra disparar la curiosidad de los chicos y las chicas, hay  otros buenos libros con historias breves para ofrecer, como por ejemplo El gigante egoísta Oscar Wilde.
También podemos utilizar este cuento para trabajar algún conflicto en el aula, el personaje del pollito es muy valioso por su intención y voluntad de resolver una disputa.
Para enfrentar los conflictos que surjan en el aula, se debe:
•  Mirarlos de frente, como hace el pollito.,
•  Tomar una posición con respecto a los problemas y a  las personas, aunque tengamos miedo, seamos chiquitos y estemos solitos.
Para lograr la resolución pacífica de los conflictos es importante involucrar a los niños en el proceso, para que puedan reconocer la igualdad de derechos y oportunidades entre las partes en la búsqueda de una solución que satisfaga a las mismas, y así restablecer la relación y posibilitar la reparación de la misma si fuere necesario.



Informe de Rosaní Ceballos sobre“El monte era una fiesta



 El autor de ésta obra es Gustavo Roldán; (1935-2012). Nació en la Provincia del Chaco. Licenciado en Letras modernas de la facultad de la Universidad Nacional de Córdoba. Escritor y director de colecciones de libros para chicos. También coordinador de talleres literarios de escritura y reflexión de grupos de trabajo sobre Literatura infantil, de talleres y encuentros con chicos en escuelas y bibliotecas de todo el país. Colaboró con cuentos en las revistas Billiken y Humi. Fue profesor de Literatura Castellana, Hispanoamericana y Argentina. Fue jurado de múltiples concursos literarios nacionales y del Premio Casa de La Américas Cuba, 1989.

Algunas de sus obras publicadas son: El monte era una fiesta, Historia de Pajarito Remendado, Cuentos del zorro, La leyenda del Bicho Colorado, Prohibido el elefante, La venganza de la hormiga. Ha recibido numerosos premios y distinciones como 1er. Premio Concurso internacional de cuentos para niños; Premio Periquillo, México, 1979; Programa Creación Concurso Becas Nacionales, 1995, etc.

El objetivo del autor es transportar a sus lectores a la región en la que él nació y creció. Defensor junto a su esposa (también escritora), de la literatura infantil como literatura en sí misma, despojada de intensiones moralizantes. Decía: -“hay demasiados educadores; los padres, la policía, la escuela y las iglesias;  la función de la literatura es cualquier cosa menos ésa. Que de paso también educa sí, pero ésa no es su función”.

Sus cuentos están destinados, como a él le gustaba decir;- “ni para chicos, ni para grandes; para todos”, ese era uno de sus objetivos. 

 En todas sus obras y en ésta en particular; el autor narra historias maravillosas de amor, unión, sabiduría y humor, que surgen de la interacción entre la flora y la fauna de ésta región.

El libro ésta conformado por ocho cuentos; “Sobre lluvias y sapos”, “El tatú enamorado”; “El árbol más alto”, “ El Monte era una fiesta”,” El día de las tortugas”, “Quién conoce un elefante”, “ La lechuza que sabía razonar” y “Lluvias eran las de antes”.
Todas las historias suceden en el monte chaqueño; donde se producen reuniones entre animales diversos; monos, coatíes, palomas, leones, vizcachas, sapos y lechuzas que se juntas para charlar y compartir su vida cotidiana.
Hoy podemos relacionar esta obra, en forma interestética, con el canal Disney Juniors de la T.V. por cable; se transmite en la actualidad un programa llamado “La casa de Mikey Mouse”; donde los personajes son dibujos animados de animales. Si bien el escenario no es el mismo que en el Monte era una fiesta; la temática desarrollada en cada uno de sus capítulos es similar. Siempre apuntando a dejar mensajes de amistad, unión y colaboración, entre otras. También recordamos que hace unos años se transmitía por el Canal Chanel: “Brandy y el Sr. Bigotes”; un dibujo animado con mucha similitud a los citados; cuyo desarrollo transcurría en la selva.
En la década del ´70 se podía ver por T.V: a Margarito Tereré y su pandilla, era un Yacaré con netas raíces autóctonas del Norte de nuestro país. Sus protagonistas eran personas reales disfrazadas de animales, entre ellos estaba: la lechuza Misia Pataca, el pato Corbata Cuá, Doña Dulzura, entre tantos. Sus desventuras se extendieron durante 10 años, inclusive en el cine. Personalmente encuentro una significativa similitud con la obra de Gustavo Roldán.
Considero que los argumentos utilizados por el autor, son muy ricos en contenido para poder llevarlos a las aulas y trabajar la socialización, la flora y la fauna del Norte de nuestro país; mediante personajes disparatados y queribles por los niños.                



Informe de Lectura de Irina Martinez sobre "El príncipe feliz"
El presente informe se refiere a la obra de Oscar Wilde “El príncipe feliz”. Para comprender ciertas características del cuento tenemos que aludir a su biografía. Wilde, nacido en Dublín, Irlanda, el 16 de octubre de 1854, y fallecido el 30 de noviembre de 1900, en París, Francia, fue un escritor, poeta y dramaturgo irlandés, considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época debido a su gran y aguzado ingenio.
Hijo de exitosos intelectuales de Dublín, mostró su inteligencia desde edad temprana al adquirir fluidez en el francés y el alemán. En Oxford estudió en el curso de clásicos, llamado Greats; dio pruebas de ser un prominente clasicista, primero en Dublín y luego en Oxford; guiado por dos de sus tutores, Walter Pater y John Ruskin, se dio a conocer por su implicación en la creciente filosofía del esteticismo. También exploró profundamente el catolicismo − religión a la que se convirtió en su lecho de muerte−. Tras su paso por la universidad se trasladó a Londres, donde se movió en los círculos culturales y sociales de moda.
Como un portavoz del esteticismo realizó varias actividades literarias; publicó un libro de poemas, dio conferencias en Estados Unidos y Canadá sobre el Renacimiento inglés y después regresó a Londres, donde trabajó prolíficamente como periodista.Conocido por su ingenio mordaz, su vestir extravagante y su brillante conversación, Wilde se convirtió en una de las mayores personalidades de su tiempo.
En la década de 1890 refinó sus ideas sobre la supremacía del arte en una serie de diálogos y ensayos; e incorporó temas de decadencia, duplicidad y belleza en su única novela,”El retrato de Dorian Gray”. La oportunidad para desarrollar con precisión detalles estéticos y combinarlos con temas sociales le indujo a escribir teatro. En París, escribió “Salomé” en francés, pero su representación fue prohibida debido a que en la obra aparecían personajes bíblicos. Imperturbable, produjo cuatro comedias de sociedad a principios de la década de 1890, convirtiéndose en uno de los más exitosos dramaturgos del Londres victoriano tardío.
En el apogeo de su fama y éxito, mientras su obra maestra, “La importancia de llamarse Ernesto”, seguía representándose en el escenario, Wilde demandó al padre de su amante por difamación. Después de una serie de juicios fue declarado culpable de indecencia grave y encarcelado por dos años, obligado a realizar trabajos forzados. En prisión, escribió “De Profundis”, una larga carta que describe el viaje espiritual que experimentó luego de sus juicios, un contrapunto oscuro a su anterior filosofía hedonista. Tras su liberación partió inmediatamente a Francia, donde escribió su última obra, “La balada de la cárcel de Reading”, un poema en conmemoración a los duros ritmos de la vida carcelaria. Murió indigente en París, a la edad de cuarenta y seis años.

Una de las tantas obras escritas por Oscar Wilde es El Príncipe Feliz” que pertenecen al género literario infantil, juvenil; la cual hace mención a la historia de una estatua, bañada en oro, de un príncipe “Feliz”, que se encuentra en lo alto de una colina desde donde puede ver toda la ciudad. Una golondrina, que estaba a punto de emprender su viaje, para escapar del frío, se posa sobre la estatua y observa que el príncipe estaba llorando a causa de las injusticias que acontecen a su pueblo. Entonces le pide a la golondrina que entregue a los más necesitados las joyas que lo adornaban.
El ave cumple con su deseo y se queda con el príncipe, distribuyendo las joyas hasta que la estatua queda completamente sin el oro y sin sus adornos. Pero el invierno estaba llegando y la golondrina, a causa del frío, muere besando al príncipe en los labios. Al día siguiente, el alcalde de la ciudad observa el estado deteriorado de la estatua, y da la orden de que sea retirada y fundida. Sin embargo, el corazón del príncipe no se funde en el horno, y lo arrojan a un montón de polvo, donde descansa también el cuerpo de la golondrina. Pero entonces dijo Dios a uno de sus ángeles:
—Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad.
Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.
—Has elegido bien —dijo Dios—. En mi jardín del Paraíso este pajarillo cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas.
Oscar Wilde menciona la importancia que le dan las personas a las cosas materiales: en “El Príncipe Feliz”, el alcalde del pueblo quita la estatua por no estar tan bella como antes, sin tener en cuenta que el oro que la cubría había hecho feliz a muchas persona que realmente lo necesitaban, y sin pensar que el valor real de la estatua estaba en su presencia y en lo que significaba, sin importar su estado.
Una temática similar se puede observar en su obra “El ruiseñor y la rosa”: El ruiseñor da la vida por el estudiante y su felicidad,  con el sólo fin de que éste pueda conquistar a una muchacha, y nunca aprecia el acto por el cual el pájaro muere.
“-Sé feliz -le gritó el ruiseñor-, sé feliz; tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que te pido, en cambio, es que seas un verdadero enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta sea sabia; más fuerte que el poder, por fuerte que éste lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su hálito es como el incienso.”
Considerando la época en que ocurre todo esto es importante destacar la importancia que brinda Wilde al escribir sus obras, ya que su verdadero propósito consistió en llevar al teatro la vida de los hogares y el ambiente social de su tiempo, los problemas y los prejuicios de sus contemporáneos, generando una fuerte crítica a la sociedad victoriana y dándole, además, una mayor importancia  al representar el contexto en el que se encontraba la gente gracias a la revolución industrial ya que tal transición fue difícil.
Por último quisiera aclarar que el cuento analizado es muy bueno, menciona ciertos valores como el amor, la solidaridad, el renunciamiento a sí mismo para ayudar a los demás, la justicia social, el valor de la persona más allá de las apariencias, que a veces son olvidados, pero en la actualidad existen libros que tratan los mismos valores y pueden resultar mucho más entretenidos a la hora de leer, sobre todo para niños tan pequeños como los de primer ciclo. Considero que es interesante leer este tipo de obra cuando se posee, con anterioridad un mayor saber cultural, ya que se podría analizar e interiorizar mucho más.





domingo, 20 de mayo de 2012

“Pablo” de Elsa Bornemann


El pueblo se llamaba…
Chato y polvoriento, recostado frente al mar, era una cinta de arena y piedra oscura.
Sus habitantes echaron a rodar esa mañana de primavera como una moneda más, sin notar en ella nada diferente.
Al mediodía, la gente se arremolinó en el mercado del puerto, como tantas otras veces.
Aquello sucedió por la tarde. El silbato de un tren pasando a lo lejos fue el sonido que señaló el principio. Justo en ese momento, los pescadores quedaron con las bocas abiertas, mientras cantaban recogiendo sus redes. Y de sus bocas ya no salió ninguna palabra. Lo mismo les sucedió a los vendedores del mercado…
A las mujeres en sus cocinas…
A los viejos en sus sillas…
A los estudiantes en sus aulas…
A los más chicos en sus juegos…
Por más que intentaron, ninguno pudo decir ni siquiera una sílaba. Las caras se esforzaron, sorprendidas, una y otra vez. Fue inútil.
El silencio fue un poncho abierto oscureciendo al pueblo ¿qué pasaba?
De pronto, vieron cómo cinco, diez, cuarenta, cien, dos mil palabras saltaban al aire desde sus bocas silenciosas, tomando extrañas formas. Y tras ellas fueron, amontonándose en desordenada carrera, sin saber adónde los llevaría ese rumbo sur que señalaban.
Hubo quienes siguieron a la palabra “mar”, maravillados por esas tres letras verdes ondulando en la tarde…
Otros prefirieron marchar tras la palabra “sol”, partida en gajo de una enorme naranja…
Algunos se decidieron por la palabra “caracol”… o “viento”… o “telar”… o “mariposa”… o “cebolla”… o “vino”…o…
Pero la que congregó la mayor cantidad de caminantes fue la palabra “PAZ”. Ésa sí que deslumbraba, con una amplia zeta abierta como la cola de un pavo real…
No les fue posible seguir cada una en especial. Las palabras eran tantas, tantas, que muchísimas debieron volar en soledad, chocando entre sí en su afán de llegar primero a… ¿adónde?
Pronto lo supieron. La gente detuvo sus pasos ante una casa grande, mirando con sorpresa cómo por la chimenea, por las ventanas, por puertas y cerraduras, todas las palabras se precipitaban convertidas en una fantástica lluvia de letras.
Llovió durante un largo rato.
Entonces entendieron lo que había sucedido y un temblor los unió. Ésa era la casa de Pablo, el poeta, el hermano del amor y la madera, amigo de paraguas y copihues, caminador de muelles y de inviernos, timonel del velero de los pobres, voz de los tristes, de piedras y olvidados…
Ésa era la casa de Pablo, que acababa de morir…
Las palabras habían perdido su ángel guardián, su domador, su padre, su sembrador…
Ellas lo sabían… Por eso habían sentido su adiós antes que nadie y habían disparado en cortejo, para besar esa boca que ya no volvería a cantarlas…
La noche no se animaba aún a desarrollarse cuando dejó de llover. En ese instante, una niña desconocida salió de la casa de Pablo.
Su vestido blanco fue un punto de azúcar luminoso en la oscuridad. Su pelo en llamas se abrió en antorchas alrededor de su cabeza.
Entonces gritó “¡vida!” y la gente de aquel pueblo que se llamaba… atajó la palabra en movimiento y gritó “¡vida!”.
Entonces gritó “¡Tierra!” y un aullido coreado por todos rajó la noche: “¡Tierra!” Y gritó “¡aire!”… y “¡agua!”… y “¡fuego!”… a la par que de sus manos salían todas las palabras de Pablo, mágicas uvas que repartió entre los que estaban agazapados en torno a ella.
Y esas uvas se unieron nuevamente en ramos verdes…
Y los versos de Pablo se repitieron una y otra vez…
Y se siguieron cantando una y otra vez…
Y retumbaron como tambores en escuelas y carpinterías, en bosques y mediodías, en trenes y bocacalles, en ruinas y naufragios, en eclipses y sueños, en alegrías y cenizas, en olas y guitarras, en ahoras y mañanas… una y otra vez… una y otra vez… una y otra vez… una y otra vez…

sábado, 19 de mayo de 2012

Homenaje a Mario Trejo


Arrojamos palabras indecisas a la hoguera/ gestos inoportunos/ sílabas escapadas a destiempo/ ademanes que pudieron ser/ actos que pudieron ser/ actos que debieron ser y no pudieron/ actos que no quisieron ser y sin embargo fueron”, se lee en “Auto da Fe”, poema que integra hasta ahora el último poemario editado. Las peripecias y la bohemia del personaje Trejo no deberían eclipsar una obra que, como advirtió Saccomanno, “trabaja por decantación y se concentra vital y expansiva en un único libro al cual, a lo largo de las décadas, le fue sumando apenas algunos poemas”. El “monstruo sagrado” sabía que “la poesía corre siempre el riesgo de cometer incesto con la magia y la religión”. En “El combate verbal” reflexionó sobre esta cuestión: “Cuando la transgresión se consuma, se convierte entonces en una poesía esotérica, un rito de iniciación en el cual las palabras son a la vez velo y vestíbulo de una verdad que está más allá, en otra parte que no conocen las palabras –postuló el poeta–. El acto de crear, el momento mismo de la creación es, en estos casos, la experiencia más cercana a la mística, que es, por definición, no verbal. Puede argumentarse que una poesía que solicita el conocimiento de claves ocultas o de guiños culturales es hermética. Para que la ostra vuelva a abrirse y permita la esperanza de una perla es necesario, entonces, creer. Creer en la experiencia literaria”.
El poeta que gestó una obra solitaria –hasta hace no mucho tiempo su nombre operaba como contraseña entre iniciados– escribió en “De puño y letra”: “Me doy por vencido./La religión la mafia/ la política y el fútbol/ el ejército y la moda/ mueven más gente que yo (...) Yo sólo tengo que ver/ con las pequeñas multitudes/ de un cine de trasnoche/ con la soledad de los jugadores/ que ofician una partida de ajedrez/ con la tibieza de algunas mujeres”. Tal vez el epitafio más provocador lo rubricó el propio Trejo en “Espejo”: “El orgasmo final/ Será mi último/ Suspiro”.Mario Trejo falleció el 13 de mayo de 2012, a los 86 años

Homenaje a Carlos Fuentes


Un pensamiento avanza en espiral y se niega al reposo. A la pantalla mental le cuesta editar la sustitución de un tiempo desterrado por otro ya desaparecido. La estampida del adiós suena como si las ideas pasadas y presentes se movieran y desdibujaran, como los elementos de un paisaje que se desplazan ante los ojos de un caminante. El misterio de esa especie de “eterna juventud” estaba en su temperamento entusiasta, en su devoción por la literatura, en ese simulacro de felicidad que le suministraba la escritura. “Cuando se llega a cierta edad, o se es joven o se lo lleva a uno la chingada”, predicaba con sus mexicanismos a flor de piel. “La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte –dijo el autor de La región más transparente, “el Premio Nobel que no fue”–. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es”. Ese día llegó sorpresivamente, sin preludios. Carlos Fuentes, uno de los más destacados narradores mexicanos del siglo XX, autor de una veintena de novelas y acreedor de varios galardones importantes, como el Cervantes y el Príncipe de Asturias, murió a los 83 años en México.
Las trampas de la memoria encienden el asombro, como si trucando imágenes remotas se pudiera mitigar del desconcierto y la pena que por estas horas atraviesan a lectores y lectoras del mundo hispano. Las calles de Buenos Aires, que el narrador transitó hace no más de quince días, conjuraron el recuerdo de su infancia por estos pagos. Quizás el azar sea parte del orden invisible de las cosas. Fuentes, hijo de un diplomático, nació el 11 de noviembre de 1928 en Ciudad de Panamá. Los sucesivos destinos asignados a su padre –Argentina, Chile, Brasil, EE.UU. y otros países iberoamericanos– lo transformaron en una suerte de niño-adolescente itinerante. Pateó avenidas y arrabales porteños por 1943, cuando el ministro de Educación era Martínez Zuviría, el escritor que firmaba como Hugo Wast. “Mira: yo vengo de la escuela pública de Washington, no soporto esto”, le dijo el adolescente Fuentes a su padre. Ni una amnesia galopante ni los analgésicos más poderosos podrían atemperar el fantasma en ciernes de esa “educación fascista” que con tanto ahínco rechazaba el joven. “Tienes toda la razón, tienes 15 años, dedícate a pasear”, le respondió el entonces consejero de la embajada de México. Bastó esa palmadita de su progenitor para que el joven se dedicara a conjugar en todos los modos y tiempos verbales posibles el “yirar” porteño. Durante un año se convirtió en hincha de la orquesta de Aníbal Troilo. Se jactaba, con una sonrisa pícara, que la siguió a todas partes, como a esa vecina casada que lo doblaba en edad –30 años–, y de la que se enamoró. Volver a Buenos Aires –confesaba sin ademán nostálgico– le deparaba la sensación de rejuvenecimiento, como si otra vez tuviera 15 años y lo estuviera esperando la vecinita.
“Recordar el futuro. Imaginar el pasado”, consigna el escritor con economía ejemplar en La gran novela latinoamericana. “Este es un modo de decir que, ya que el pasado es irreversible y el futuro incierto, los hombres y mujeres se quedan sólo con el escenario del ahora si quieren representar el pasado y el futuro. El pasado humano se llama Memoria. El futuro humano se llama Deseo. Ambos confluyen en el presente, donde recordamos, donde anhelamos.” En el escenario de ese pasado “imaginado”, Fuentes leyó por primera vez el Quijote a los 12 años. Y sin embargo, la obra capital de Cervantes no fue el primer encuentro sentimental con la literatura. En Río de Janeiro, otra de las escalas por las obligaciones diplomáticas del padre, el pequeño Fuentes se sentaba en las rodillas del escritor mexicano Alfonso Reyes, embajador de Brasil, quien le aconsejó que estudiara Derecho. Las cartas estaban marcadas. Aunque obedeció la recomendación y se formó en leyes, su radical voluntad por la literatura, ese futuro que entonces era un deseo, se impondría con la fuerza de una certeza sonora y formal de la que nunca se apartaría.
No es una empresa sencilla narrar un país con sus historias y mitologías –más o menos visibles– en la mochila del imaginario; con sus esperanzas y fracasos que calan hasta los huesos. Urgencia juvenil y precoz sabiduría se confabularon cuando aquel joven de 29 años publicó su primera novela, La región más transparente (1958), tan vertiginosa y caótica como innovadora, considerada como el “primer estallido del llamado boom de la Nueva Novela Hispanoamericana”; texto insignia que inscribiría a su autor en la galería de los grandes nombres de la literatura latinoamericana. Cada voz, cada rincón, cada tugurio de la ciudad de México de mediados de la década del ’50 –esa “región más transparente del aire”, alusión-homenaje a Reyes–, con sus enmarañadas texturas, sabores, dicciones y prodigios rompía el velo de ese umbral que nadie se había animado a explorar. Lo vivo, lo deforme, lo bello y desgarrador administraban una espesura que tal vez sólo se reveló completamente cuando se disolvieron los prejuicios. Como suele suceder, abundaron objeciones hacia novela con munición gruesa: por “soez” –quién sabe si en el mejor de los casos–, por “antinacionalista”, sin duda el reparo más peligroso y reprobable. Un puñado de escritores como Julio Cortázar, Salvador Novo, José Lezama Lima y Miguel Angel Asturias, entre otros, no dudó en respaldar la “vapuleada” primera incursión literaria de Fuentes. Ese bautismo de fuego con la ductilidad de las “interpretaciones” fue el anticipo de una cifra. O un precio. Una novela es algo contradictorio y ambiguo.
Por las páginas de esa novela precursora donde lenguaje, temática y estructura son objeto de una radical experimentación, aún se oyen los últimos balazos de la Revolución Mexicana (1910-1917), como lo advirtió la escritora y periodista Elena Poniatwoska, la primera que entrevistó a Fuentes. Semejante alboroto no podía pasar inadvertido. Los lectores más avezados todavía pueden revivir las esquirlas de ese texto intenso y complejo en la profusión de hilvanes y fraseos mexicanos. La publicación de una novela no suele ser un “acontecimiento”. Quizá nunca lo fue, excepto que se quieran pontificar los tiempos idos. Pero algunos libros de Fuentes y de Gabriel García Márquez –unos años después– parecían manchas de aceite que se expandían con el afán de cristalizarse. “Los mexicanos vieron en esta novela un mural muy simbólico y al mismo tiempo muy ceñido al detalle de la mezcla de clases”, explicaba Carlos Monsiváis. “Era una novela muralística con choferes de taxi, prostitutas, figuras de esta sociedad banal y escritores fracasados. Era todo y especialmente la vibración de la ciudad, el ruido de la ciudad.” La mayor proeza que consuma ese libro –como señaló Guillermo Saavedra cuando se presentó una reedición por los cincuenta años– radica en la simultaneidad literal que ofrece al lector. “Por la vía de los constantes cambios de convención narrativa, el lector puede viajar al pasado atávico del México precolombino y regresar al presente tenaz e inmediato de mediados de los ’50; darse de narices con diversos momentos de la prolongada Revolución mexicana para instalarse de pronto en la interioridad febril de la conciencia de un personaje del presente de la novela o en el diálogo casual de unos obreros emborrachándose en un bar de ese mismo presente”, planteaba Saavedra. Ya intuía ese joven escritor mexicano lo que escribiría en uno de sus ensayos: “El tiempo perdido es, como en Proust, un tiempo que uno puede recuperar sólo como un minuto liberado de la sucesión del tiempo”.
De lo que no se pudo “liberar” Fuentes –acaso no quiso o no supo cómo– fue de continuar la estela del mandato paterno. Entre 1950 y 1951 representó a México en Ginebra ante la Organización Internacional del Trabajo. A mediados de esa década creó y dirigió la Revista Mexicana de Literatura (1955-1958) junto con Emmanuel Carballo, y trabajó en el departamento de Relaciones Culturales de Exteriores. Muchos años después, cuando era un autor consagrado, fue catedrático de Literatura en la Universidad de Princeton (Estados Unidos), pero también impartió clases de español y de literatura comparada en otras universidades americanas, como Columbia, Harvard y Pennsylvania. Entre 1975 y 1977 regresó al cuerpo diplomático y fue enviado a París como embajador, pero renunció en protesta por el nombramiento como primer embajador de México en España del ex presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz, uno de los responsables de la masacre de Tlatelolco en octubre de 1968. En una noche helada de esa breve instancia parisina de dos años, el embajador decidió viajar en tren a Praga, junto a Cortázar y García Márquez, para visitar a Milan Kundera. Ninguno pudo pegar un ojo, anonadados por los conocimientos de jazz de los que hizo gala el autor de Rayuela. No fue casual que los dos pilares del “boom latinoamericano” inauguraran en 1994 la Cátedra Julio Cortázar en la Universidad de Guadalajara. Otro placer del que no se liberaría fue el cine. Ese gusto comenzó en la infancia cuando su padre lo llevó a ver el Ciudadano Kane de Orson Welles; años después conocería al español Luis Buñuel, con quien mantuvo una fuerte amistad. De sus incursiones en el cine quedan guiones como Las dos Elenas, Un alma pura, El gallo de oro y Pedro Páramo. El mexicano Paul Leduc y el argentino Luis Puenzo filmaron dos novelas de Fuentes: La cabeza de la hidra (1981) y Gringo viejo (1989).
El autor de novelas como La muerte de Artemio Cruz, Aura, Cambio de piel, Terra nostra y Gringo viejo, por mencionar apenas los títulos más memorables de su amplísima producción, solía profesar su preferencia hacia Quevedo “por su capacidad para nombrar las cosas, por no dejar nada sin nombrar”. Excesivamente prudente a la hora de participar en las reyertas literarias, Fuentes no defenestraba a Góngora; al contrario: decía que era un “buen poeta”. Pero Quevedo –opinaba– tenía “la particularidad de ampliar la referencia lingüística”, como lo hicieron los grandes satíricos. Si algunas voces protestaron contra el canon de lecturas personales que el mexicano articuló a través de su último ensayo publicado, La gran novela latinoamericana, y subrayaron la omisión de Roberto Bolaño, él esgrimía que todavía no lo había leído. Prometió que lo haría. Esa lectura será una cuenta pendiente, aunque no la única. Había terminado Federico en su balcón, que presentaría en noviembre en la Feria de Guadalajara y ahora saldrá póstumamente, y ya andaba con la mente en otra novela, El baile del Centenario. “Tengo ya muchos capítulos, notas y personajes. Hay una mujer que me interesa mucho, que no quiere decir nada de su pasado y se va descubriendo poco a poco, hasta que llega al mar y se libera”, anticipó en una de las últimas entrevistas que dio en Buenos Aires.
La narrativa del mexicano podría agruparse en torno de una gran “comedia humana” con el nombre de la Edad del Tiempo. En Terra nostra, con una flexibilidad inapelable y de una manera audaz, cifra la historia de los inicios mexicanos, como una biblioteca que abreva en múltiples textos para imaginar el choque de dos mundos opuestos y complementarios. Si cultivaba una obsesión, fue la de establecer continuidades más que rupturas. Fuentes comprendió como pocos la soledad íntima e incomunicable a la que el hombre está confinado, aparentemente sin remedio. Y representó como pocos esa tierra pródiga en promesas de la literatura latinoamericana. Ahora quedan los recuerdos de sus mejores páginas. Como los recuerdos de un sueño.

lunes, 14 de mayo de 2012

La lectura en el primer año


Todos los chicos quieren que les lean cuentos. Todos están dispuestos a aprender y a decir rimas, poesías, canciones. A todos les encanta hojear las páginas de los libros, mirar sus imágenes, imaginar historias. Porque los libros son enigmas a develar, contienen “secretos” de los que queremos apropiarnos; transforman nuestra mirada respecto del mundo y nuestra interioridad. Nos permiten apartarnos por un momento del vértigo del día y nos instalan en la intimidad.
La lectura, bien lo sabemos, es una forma de felicidad. Cuando el maestro y otros adultos logran transmitir esas convicciones, gustos y pasiones, cobra sentido para los niños realizar el esfuerzo de aprender a leer. Para lograr esta apropiación, se han priorizado tres cuestiones centrales que se juegan en el aprendizaje de la lectura. En primer lugar, la frecuentación y exploración de materiales escritos. Actualmente, se sabe que el aprendizaje de la lectura no solo se relaciona con el aprendizaje de una técnica, sino que el conocimiento de los materiales escritos es central en la medida en que da sentido a la tarea de aprender a leer. En segundo término es fundamental que los niños comprendan y disfruten la lectura de distintos textos literarios y no literarios, en situaciones en las que el docente (y otros adultos) les lean en voz alta. Esta práctica de escucha de lecturas sienta las bases del deseo de aprender a leer, colabora con la comprensión de las características diferenciales de la oralidad y la escritura, y permite que los niños accedan a textos interesantes y complejos
que podrán leer de manera autónoma más adelante. Finalmente la lectura de palabras y oraciones que conforman textos; esto supone, a su vez, una serie de conocimientos relativos al sistema alfabético.
Antes del ingreso al Nivel Primario, los chicos y las chicas de los más diversos contextos culturales han tenido alguna forma de contacto con la cultura escrita, de diferentes modos y con distintos alcances. Muchos saben que lo que está escrito es lenguaje y seguramente han incorporado algunos gestos lectores: simulan que leen y siguen con el dedo el movimiento de la vista sobre el texto escrito, advierten la relación entre las imágenes y las palabras o inventan historias a partir de las ilustraciones. Otros conocen las siluetas de distintas palabras y unos pocos ya saben leer. Más allá de los diferentes conocimientos previos sobre el lenguaje escrito, todos los chicos llegan a la escuela pedagógicamente predispuestos a incorporar un objeto de conocimiento tan valorado socialmente como es la lectura.
Propuestas para la enseñanza
¿Cómo se convierte alguien en lector? Se trata de una pregunta difícil de responder, como tantas otras que se relacionan con la formación. No hay respuestas únicas. Sin embargo, en toda biografía de lector siempre hay un momento en el que se narra, como una suerte de rito, el instante en el que alguien nos abrió para siempre las puertas del mundo de los libros. Entonces, una respuesta posible a la pregunta inicial es que nos hacemos lectores en nuestros encuentros con otros. Y claro, también, en nuestros encuentros con los libros. Las propuestas que siguen se relacionan con actividades que propician la frecuentación y exploración de materiales escritos, la lectura de narraciones por parte del docente y la lectura de palabras y de oraciones que conforman textos.
El encuentro con los libros
Uno de los núcleos de aprendizajes que se ha priorizado es la frecuentación y exploración de variados materiales escritos, en distintos escenarios y circuitos de lectura (bibliotecas de aula, escolares y populares; ferias del libro, entre otros). En una escuela en la que se privilegia la enseñanza de la lectura, es necesario que los alumnos estén en contacto con los libros, que usen la biblioteca y, si existen, que vayan a otras bibliotecas de la comunidad. La libre exploración permite a los chicos tener una relación con variados materiales de  lectura similar a la que tiene cualquier lector que, entre otras cosas, elige lo que va a leer, hojea, saltea páginas, cambia de libro, relee, escucha y da recomendaciones al respecto. Es por eso que tocar libros, mirar sus ilustraciones, intentar lecturas y compartir materiales de la biblioteca son requisitos para la formación de los pequeños lectores. Porque son situaciones que promueven, desde el comienzo de la escolaridad, hábitos de lectura y modelos de comportamiento lector, desarrollando el interés de chicos y chicas por el conocimiento y el gusto por la literatura. La forma (el modo y la frecuencia) en que se desarrolle su encuentro con los libros será clave para que deseen cuidarlos y conservarlos, como lo hacen con cualquier otro objeto al que dan valor.
No es esperable que cuiden lo que no conocen, lo que no poseen, lo que para ellos no vale la pena.
A continuación, se presenta una serie de actividades y situaciones que tienen como propósito favorecer la frecuentación y exploración de materiales escritos.
Un montón de libros para explorar
Sobre una o varias mesas, se disponen diversos materiales escritos, por ejemplo, libros de cuentos, enciclopedias, manuales escolares, diarios, libros de cocina, libros de poesía, guías telefónicas… El maestro o la maestra alienta a los chicos a explorarlos libremente. Estos los hojean, miran las ilustraciones, dan a
conocer sus preferencias, hacen comentarios, formulan preguntas o se apartan a un rincón para disfrutar, en soledad, de lo que han elegido.
Es probable que las primeras veces que los chicos participen de esta situación tomen cada libro por muy poco tiempo. También puede ocurrir que algunos no hagan nada, que otros se peleen por algún libro o incluso que haya corridas alrededor de las mesas y que algún chico quiera conservar un libro para sí ante el reclamo de otros que también lo quieren pispear... Esto sucede porque se trata de una actividad excitante y los chicos no saben bien qué hacer. Algunos quieren ver todo a la vez. Otros, por el contrario, se paralizan. Si las propuestas de exploración libre se reiteran, el maestro va descubriendo maneras de intervenir que favorecerán un cierto orden en la tarea. Poco a poco, los chicos comprenderán que lo que no vean un día, podrán verlo la vez siguiente. De todos modos, cabe señalar que es esperable, e incluso bienvenido, cierto bullicio en estas situaciones.
Paulatinamente, el docente va introduciendo propósitos diferentes para la exploración. Puede ser elegir un libro para llevarlo en préstamo a casa, para que el maestro lo lea en voz alta, para buscar algo puntual. Una opción es que la exploración tenga como propósito acordar el modo en que pueden agruparse los libros, las revistas y demás materiales. El docente los dispone sobre las mesas y luego invita a los chicos (que pueden organizarse en pequeños grupos de discusión) a que los ordenen de alguna manera y que, a su modo, expliciten las pistas que siguieron para hacerlo. En otras palabras, se les pide a los chicos que decidan cuáles de los materiales “van juntos”. Es importante advertir que la finalidad no es, en ningún caso, establecer clasificaciones rigurosas ni cerradas. Si se propone esta exploración es porque posibilita que los alumnos distingan con algún criterio una rica variedad de materiales escritos siguiendo pistas textuales y paratextuales. Esta actividad puede ser el punto de partida para ordenar la biblioteca del aula. Claro está que los criterios para agrupar el material se pueden seguir discutiendo a lo largo del año, a medida que las experiencias lectoras se vayan enriqueciendo y que otros materiales ingresen a la “batería” inicial.
Uno entre el montón
Para continuar y desarrollar esa exploración, el docente puede elegir un texto de una de las mesas para leerlo en voz alta. En ocasiones, vale la pena que cuente por qué lo eligió: porque le resultó curioso, porque le recuerda un momento de su infancia, porque quiere saber qué opinan los chicos. Luego, da pie para que
se inicie una conversación sobre lo leído. Se recibirán con atención y se alentarán las asociaciones, comentarios, preguntas y apreciaciones de los chicos que surjan después de la lectura.
Otra opción es que los niños elijan lo que el maestro les va a leer. En algunas oportunidades, estos pedidos no necesitan ser justificados. En otras, el docente les solicita a los alumnos que expliquen por qué eligieron ese texto, que aventuren algunas anticipaciones sobre su contenido, que lo asocien con otros libros y, también, que manifiesten sus preferencias. Del mismo modo que en la propuesta anterior, el maestro lee en voz alta y luego abre un espacio para conversar sobre lo leído.
Es frecuente que los chicos quieran oír el mismo cuento reiteradas veces y que, sin perder ningún detalle, conserven algunas partes del texto en su memoria. Al comprender la estabilidad de la escritura, advierten que, encerradas entre las tapas de los libros, las historias permanecen exactamente iguales a sí mismas y que es posible encontrarse con ellas una y otra vez, para disfrutar con la repetición.
Una idea para cerrar estas dos últimas propuestas es que los alumnos, con la ayuda del docente, registren en tarjetas el título del libro que eligieron, el nombre del personaje que más les gustó, o que hagan un dibujo relacionado con lo leído, o escriban una recomendación para que otros lo lean… o no lo lean. Así, a lo largo del año se irá conformando en el aula un espacio que albergue el conjunto de tarjetas, cartelitos y dibujos, como una suerte de memoria de las lecturas compartidas.
Escuchar lecturas
El aula es un buen lugar para escuchar historias leídas. Por ello, se ha priorizado la participación habitual y sistemática en situaciones en las que el docente lee textos literarios (cuentos, fábulas, leyendas y otros géneros narrativos; y poesías, coplas, adivinanzas y otros géneros poéticos) y no literarios (notas de enciclopedia sobre diferentes contenidos que se están estudiando o sobre temas de interés para los niños, entre otros).
Cuando el docente o el adulto mediador “hace hablar” al texto, invita a los chicos a internarse en mundos en los que se juegan otras lógicas, a satisfacer curiosidades, a saber más acerca de los contenidos y de las formas que adoptan los discursos escritos. Les enseña que existe una relación entre las palabras
A continuación, se enumera una serie de propuestas para orientar la sencilla y mágica tarea del adulto que lee en voz alta para otros. En el siguiente recorrido se ha priorizado el trabajo con textos literarios. Sin embargo, las propuestas pueden ser extendidas al trabajo con textos no ficcionales y a otros campos del conocimiento. El maestro, como “animador” de esos encuentros con la lectura, pondrá en juego su creatividad, su modo particular de divertirse con las propuestas, de hacerlas suyas y otorgarles singularidad. En fin, se trata de un maestro atento a evitar que los momentos de leer se mecanicen y se conviertan en estereotipos que vacíen de sentido la actividad y la historia que escuchan. También que hay diferencias entre el lenguaje hablado y el escrito. Las primeras experiencias de lectura vienen siempre de la mano de un lector que lee para los que aún no pueden hacerlo por sí mismos.
El rito inicial
Todo rito conlleva la repetición. En este caso, nos referimos a la reiteración de un modo especial de crear el clima para el momento de la lectura. Cada docente tiene su propio rito y recurre a distintas acciones. Puede ser el hecho de crear en el aula una disposición espacial particular, con el lector y los oyentes sentados en ronda. O la colocación de un cartel en la puerta del aula que diga, por ejemplo, “No interrumpir. Estamos leyendo un cuento”. O el uso reiterado de fórmulas para anunciar la lectura.
Algunos maestros incluyen algún elemento físico para estimular la curiosidad y marcar el momento: se ponen un sombrero; sacan el libro de una caja grande o de una valija gastada o adornada de alguna manera, entre tantas otras posibilidades.
Leer es también hablar acerca de los libros
Aprender a leer es también aprender a hablar sobre los libros: opinar, aceptar o rechazar las opiniones de los demás, recomendar y aceptar recomendaciones, realizar asociaciones con otras cosas que se han vivido, leído, escuchado. El docente es quien muestra a los chicos que es posible hablar y opinar acerca de los libros. Para eso, por ejemplo, antes o después de leer un texto, puede contar por qué lo eligió. Las razones pueden ser, obviamente, múltiples, y dependerán de cada docente. Pero siempre servirán para mostrar que es posible opinar y hablar sobre los libros, que se establece con ellos una relación que se extiende más allá del
momento mismo de la lectura y de la escucha. Algunas de las razones por las que frecuentemente muchos docentes eligen un texto son:
porque se relaciona con otros cuentos o textos que ya se han leído en el curso;
porque alguno de los personajes es especialmente interesante o permite realizar asociaciones y establecer relaciones, de similitud o de oposición, con otros personajes o con personas y situaciones típicas, conocidas o atrayentes;
porque tienen una relación afectiva particular con él y quieren compartirla con los chicos;
porque el texto contiene juegos de palabras y un trabajo con el lenguaje mismo que el docente disfruta o que le interesa para llamar la atención de los chicos sobre el lenguaje en sí.
Sean cuales fueren las razones, el hecho de que el docente exprese sus opiniones y sus preferencias sobre un texto funciona como una señal de que los libros tienen que ver con nuestra afectividad y nuestros conocimientos, y constituye un aliciente para que los chicos realicen y expresen sus propias asociaciones, opiniones y comentarios acerca de lo leído.

Los alrededores del texto
Antes de comenzar con la lectura, es interesante que los chicos puedan explorar algunos elementos formales del libro: la tapa, la contratapa, las ilustraciones. A partir de esa exploración inicial, el docente puede pedirles que anticipen ideas acerca del contenido de ese texto. Esta anticipación comienza a construir un sentido al permitir elaborar algunas representaciones acerca del contenido del texto. Al finalizar la lectura, puede resultar muy divertido contrastar las hipótesis iniciales de los chicos con lo que realmente el texto dice. No se trata de “felicitar” a los que más “acertaron”, sino también a aquellos que inventaron algo completamente distinto, cuyo sentido pueden “defender”. Al recoger las anticipaciones, algunas veces, una buena opción es que el maestro vaya escribiendo, en el pizarrón o en un papel afiche, lo que los niños van diciendo para volver una y otra vez a estas notas durante o después de la lectura.
El maestro es quien decide con qué textos y cuándo vale la pena “jugar a las anticipaciones”. Esta actividad cobra sentido, por ejemplo, cuando el texto elegido presenta pistas interesantes que desafían la inteligencia de los chicos para formular ricas hipótesis, porque acicatean su curiosidad, los inducen a aplicar alguna lógica o a defender lo que inventan. Como en todos los casos, se trata de evitar la aplicación de la misma rutina sin preguntarse previamente cuál es la riqueza que, en cada caso, tiene la actividad.
La anticipación y la exploración pueden iniciarse partiendo de distintos elementos y utilizando diferentes recursos. A continuación, se mencionan algunos.
El texto de la contratapa, además de anticiparnos algunos elementos de un texto, intenta captar al lector. Leerlo con voz pausada e intrigante puede generar entusiasmo y curiosidad por la historia. Cabe señalar que la contratapa de la mayoría de los libros para niños pequeños tiene por destinatario al adulto. Somos los adultos los que compramos los libros, y las contratapas cumplen, entre otras, funciones publicitarias. Por eso, en muchos casos, su lectura puede resultar poco atractiva. Sin embargo, a veces, la lectura de la contratapa provoca entusiasmo por zambullirse en el libro. 
Otra posibilidad es que el docente muestre una imagen o varias y haga preguntas sobre los personajes o las situaciones a las que hacen referencia. Por ejemplo, los libros Yaci y su muñeca (Zendrera, 1999) y Willy el tímido (Brown, 1995) presentan ilustraciones atractivas y sugerentes. Las imágenes de Ronquidos (Kasza, 2002) instauran un correlato claro respecto de las distintas situaciones que se relatan. Caperucita Roja, Verde, Amarilla, Azul y Blanca –una serie de cinco cuentos protagonizados por distintas Caperucitas de colores– presenta ilustraciones en las que predomina el color mencionado en el título en cada historia, y que pueden resultar un estímulo interesante para ver de qué se trata cada cuento.
Otra opción que puede generar anticipaciones es que el docente lea el título de un texto y les cuente a los chicos datos sobre el autor: dónde nació, en qué época y dónde vive o vivió, de qué trataban otras historias que escribió. Por ejemplo, si se leyera el cuento Las pulgas no vuelan de Gustavo Roldán (2000), sería posible leerles antes a los chicos el siguiente texto autobiográfico del propio Roldán (2000):
Me crié en el monte chaqueño, en Fortín Lavalle, cerca de Bermejo, cuando la tierra era plana, la luna se posaba en la copa de los árboles y los cuentos solo existían alrededor del fogón del asado o en las ruedas del mate. Después se inventaron los libros. O tal vez antes, pero yo no lo sabía. Solamente sabía muchos cuentos, de esos que después me enteré que se llamaban populares, que iban pasando de boca en boca y de oreja en oreja. Cuentos del zorro, del
tigre, del quirquincho, de Pedro Urdemales, de pícaros y mentirosos, del lobizón y de la luz mala. Claro que esos cuentos nunca eran del todo cuentos; habían sucedido por ahí nomás, en medio del monte, y eran cosas que nadie ponía en duda. Yo tampoco. Cuando menos lo esperaba me
llegó la hora de ir a la escuela y nos fuimos al pueblo. En los pueblos el tiempo pasa lleno de ocupaciones importantes: se está rodeado de amigos para jugar a las bolitas, remontar barriletes, hacer bailar trompos, jugar a la pelota, andar en bicicleta. Todo eso mientras se van secando las bolitas de barro para la honda. ¿Para la honda? Sí, para la honda. Después el mundo se va agrandando cuando uno conoce los parques de diversiones, el cine y el circo, cosas que el monte suele no tener. Y un día uno pasa por la librería Molina, en Sáenz Peña, y encuentra que hay estantes infinitos llenos de libros, no de esos de aprender a leer, sino de cuentos y más cuentos y más cuentos.

El docente lee
En la lectura en voz alta, el docente pone en juego toda su experiencia como
narrador oral: en el modo en que abre y cierra el relato, en el cambio de los tonos
de voz según las situaciones, en cómo logra crear suspenso, en el modo particular
de expresar cuánto le divierten, le enardecen, le asustan o le enternecen
algunas escenas.
Generalmente, los chicos escuchan el relato sin interrumpir la lectura, lo que no
implica que en ocasiones sí lo hagan, ya sea para formular preguntas, expresar
valoraciones o hacer algún comentario. Sus intervenciones son bienvenidas.
En forma habitual, la lectura en voz alta se realiza de cabo a rabo. Sin embargo,
algunas veces, y luego de haberlo planificado previamente, el docente puede
decidir leer un cuento por partes. Interrumpirá la lectura en algún momento
especial para saber, por ejemplo, qué piensan los chicos sobre el comportamiento
de algún personaje, o para aclarar el significado de alguna palabra “difícil”,
orientándolos para que deduzcan su significado. También puede detenerse para
expresar admiración por la belleza de una frase o para anunciar que va a releer
alguna parte en especial. Sin embargo, se recomienda limitar este tipo de intervenciones:
demasiadas detenciones pueden resultar irritantes para los chicos...
y con justa razón.
¿Y después?
¿Qué hacer una vez finalizada la lectura? Hay varias posibilidades. Lo más
importante, como ya se ha dicho, es no plantear siempre la misma propuesta.
Cada texto exige pensar un momento posterior diferente, incluso, en algunas
oportunidades, la lectura puede finalizar con la sencilla satisfacción de haber
compartido un cuento.
Sin embargo, los cuentos leídos pueden ser retomados en otro momento para
trabajar sobre distintos aspectos. No es necesario ni siempre conveniente que
estas actividades se realicen inmediatamente después de la lectura. Es bastante
conocida la formulación de los chicos (sobre todo de los más grandes) acerca
de que no les gusta leer porque después siempre hay que hacer algo.
A continuación se enumeran algunas ideas para el momento posterior a la
lectura de un cuento.
Abrir un espacio para conversar sobre lo leído. A veces, basta con hacer un
breve silencio y estimular a los chicos con la mirada y los gestos para lograr que
hagan comentarios. Otras veces, es necesario que el docente formule abiertamente
preguntas, tales como: “¿Qué les pareció? ¿Por qué?”, para llevarlos a
conversar sobre el contenido del cuento o para incentivarlos a que expresen sus
propias impresiones, asociaciones, recuerdos surgidos o ideas. También, como en
otras propuestas, el maestro puede comentar sus impresiones; releer partes que
le resultaron bellas, interesantes, curiosas o difíciles; referir las asociaciones
que estableció con otros cuentos, personajes, textos, películas, series de televisión
o hechos reales conocidos.
Conversar sobre lo leído es construir un espacio gozoso de encuentro con los
otros. En estas charlas, los chicos aprenden a compartir sus emociones, a enriquecer
sus interpretaciones con la lectura del maestro y la de sus compañeros.
Por otra parte, esta conversación le resulta fundamental al docente para conocerlos,
para animar a los “más callados” a tomar la palabra, para reconocer los
distintos tipos de experiencias previas en relación con el lenguaje escrito con
que cada uno ha llegado a la escuela.
Renarrar el cuento en forma oral.
Retomar las anticipaciones sobre el contenido del cuento. La idea es volver
al título, a las ilustraciones y a los datos aportados por el maestro y tratar, como
ya se dijo, de que los chicos “expliquen” qué pistas los llevaron a plantear sus
diversas anticipaciones.
Dramatizar alguna secuencia del cuento. El docente puede seleccionar una que
incluya diálogos, o solicitarles a los chicos que lo hagan. Ellos asumirán la voz de
los personajes. Para eso, tendrán que aprender a decir sus parlamentos con la
entonación adecuada, y preparar el vestuario y la escenografía (que no necesitan ser muy complicados: una máscara o un detalle relevante como un sombrero, una
vincha, pintarse barba o hacerse un lunar son suficientes). Además, pueden ensayar
posturas, utilizar tonos de voz y asumir ritmos al hablar o al moverse. Es conveniente
practicar las veces que sea necesario antes de representar la secuencia.
Hacer circular el libro entre los chicos. Esta actividad después de la lectura
implica invitarlos a releer. La relectura admite múltiples estrategias. Algunos chicos
intentan leer (o leen) convencionalmente. Otros se sumergen en la lectura
de una palabra o una oración llamativas. También hay quienes recorren las páginas,
contándose para sí nuevamente la historia que escucharon. Entregar el libro
para que lo puedan ver más de cerca, en un acto íntimo y solitario o en pequeños
grupos, suele ser el punto de partida para que más de uno lo solicite en
préstamo y lo lleve a su casa, y también para que en los momentos de lectura
libre en el aula quiera leerlo una y otra vez.
Un libro nos lleva a otro
A partir de un relato literario pueden surgir muchísimas preguntas que son el
punto de partida para leer otros textos, literarios o no literarios.
Ya desde primer año se pueden realizar itinerarios de lectura organizados
alrededor de algún criterio: leer varios cuentos del mismo autor o leer cuentos
que giren alrededor del mismo tema o del mismo personaje, por ejemplo, los
piratas, las brujas, las hadas, los ogros… Según afirma María Elena Cuter en su
artículo “La enseñanza de la lectura y la escritura” (1999): “La posibilidad de trabajar
con una serie de cuentos (y también de poemas) que toman al mismo personaje,
no solo provoca espontáneamente asociaciones entre las distintas obras,
los personajes, los lugares, los argumentos, sino que también evoca otros géneros
y un vocabulario particular”. Esos otros géneros y ese vocabulario, entonces,
ingresan al universo de saberes de los chicos y las chicas.
Por ejemplo, al leer historias sobre brujas aparecerán palabras (con sus conceptos
correspondientes) referidas a sus acciones (hechizos, pociones, sortilegios,
maleficios), compañías habituales (lechuzas, gatos, sapos, arañas, víboras),
elementos que usan (escobas mágicas, libros oscuros, calderos), vestimentas
(sombreros con punta, sombreros alados, vestidos tenebrosos) y una enorme
cantidad de adjetivos (oscuro, lúgubre, maligno, maléfico, terrible, temible).
En el caso de los animales, también aparecerán palabras referidas a su comportamiento
(manso, temible, salvaje, dócil), las partes del cuerpo, la especie a
que pertenecen, etcétera.
En relación con otros textos asociados, está de más decir que las brujas nos
convocan a escribir y leer palabras mágicas, pociones, recetas exóticas, procedimientos
para realizar hechizos. Los piratas nos llevan a tesoros, mapas, mensajes cifrados, memorias de viaje, diarios de navegación. Los cuentos de animales
pueden tener múltiples asociaciones con otros géneros (dada la gran diversidad
de estos cuentos: con animales humanizados, leyendas, fábulas, relatos de
pícaros, además de tantos otros), entre los que podemos mencionar algunos
más específicos de las Ciencias Naturales, como las notas de enciclopedias y
las fichas técnicas.
Los siguientes son ejemplos de itinerarios de lectura alrededor de personajes
literarios para primer año de la EGB.
De escobas voladoras y sombreros alados
A partir de distintos cuentos o novelas sobre estos temibles o cómicos personajes,
se pueden plantear múltiples situaciones de lectura de otros cuentos, novelas
o poesías. Además, es posible leer, escribir o simplemente inventar entre
todos otro tipo de textos:4 recetas de pócimas, palabras mágicas, descripciones
de vestimentas o casas “brujeriles”. Leer textos sobre estos personajes permite,
también, conversaciones para comparar las formas de ser de las distintas brujas
sobre las que se ha leído: distraídas, soñadoras, nostálgicas, odiosas. También se
puede conversar sobre las palabras mágicas (o no) que utilizan, sobre los finales
y los comienzos, y sobre un sinfín de otras cosas.
Hay muchísimos libros y textos sobre brujas: “Raspachunda y
Malos-Pelos” (Álvarez, 1994); Manual de la bruja (Bird, 1985); Cuentos con
brujas (Cabal, 1991); Niños, las brujas no existen (Falconi, 1991); La bruja hermosa
(Goytisolo, 1992); La bruja Mon (Mateos, 1984); Siete casas, siete brujas
y un huevo (Sánchez, 1998); La bruja Berta en invierno y La bruja Berta al
volante (Thomas, 2000a y 2000b).
Además, los cuentos clásicos tradicionales presentan una enorme cantidad
de ellas. Y las brujas nos llevan a las hadas, a los duendes y, por qué no a los
superhéroes y a tantos otros seres con poderes especiales.
El poema “Pobre vieja”, del escritor cordobés Jorge Elías Luján (2000), presenta
una bruja poco convencional, que puede contrastarse con las imágenes
de estos personajes en los cuentos tradicionales y ser el punto de partida para
inventar una historia entre todos.
De patas, garras, hocicos y plumas
Los cuentos de animales tienen una larga tradición en la literatura. Desde las
fábulas hasta los cuentos clásicos (como “El gato con botas” o “El Patito feo”),
pasando por los relatos populares argentinos y latinoamericanos de zorros astutos,
conejos inquietos, yaguaretés salvajes y monos pícaros. No menos tradicionales
son los cuentos y las novelas de autor en los que se crean y recrean
animales más o menos humanizados, para llegar a esos animales fantásticos,
mezclas disparatadas de distintos seres, que retoman de alguna manera la tradición
de los centauros y las sirenas.
Los animales fascinan a los niños. Frente a la pregunta de por qué eso sucede,
Marc Soriano responde de varias maneras: a los niños les interesan los animales
dado que los adultos se interesan por esos seres; porque las historias de animales
les permiten acercarse a temas complejos (la vida y la muerte, el hambre, la
soledad, la sexualidad, el carácter “civilizado” o “salvaje” de nuestras reacciones
y emociones) quitándoles dramatismo gracias a un mecanismo de distanciamiento;
y también porque se identifican con estas criaturas con mucha facilidad.
Sin embargo, es necesario tener ciertas precauciones en la selección de textos:
“Al constatar empíricamente que los niños se interesan por los animales, autores,
dibujantes y editores suelen utilizarlos al máximo como personajes [...]. Este
género corre gran riesgo de caer en la mediocridad” (Soriano, 1999:102).
Los itinerarios de lectura de cuentos y poemas sobre animales son innumerables.
Por ejemplo, se puede armar una selección de cuentos que giren alrededor de uno de ellos: gatos, perros, elefantes, hormigas, monos, zorros y conejos parecen ser los favoritos al echar una rápida mirada a la literatura infantil.
También es posible trabajar con seres que pertenecen a la zoología fantástica o
rastrear conjuntos de textos en los que distintos animales encarnen un personaje
tipificado: el pícaro, el engañador engañado, el forzudo que pierde frente al
débil, etc. Finalmente, también es interesante la posibilidad de armar itinerarios
con textos de géneros específicos, como leyendas, coplas o fábulas.
Al igual que en el caso de las brujas, la lista de textos relacionados con animales
es interminable. El cisne rojo (Ferro, 2000); Animalario universal
del profesor Revillod. Fabuloso almanaque de la fauna mundial (Murugarren y
Sáez Catán, 2003); “Y aquí se cuenta la maravillosa historia del Gatopato y la
princesa Monilda” (Walsh, 1966); Nabuco, etc. (Wolf, 1998); La leyenda de la
ballena (Wolf y Prada, 2002); La leyenda del picaflor (Schujer y Prada, 2004).
A continuación, se sugiere, a modo de ejemplo, un itinerario posible.
A partir de “El príncipe sapo”, de los hermanos Grimm, pueden encadenarse
muchas otras lecturas de cuentos o textos poéticos que tengan como protagonistas
a estos mismos animales.5
Para este itinerario, primero pueden indagarse las representaciones de los
chicos acerca de estos animales que, la mayoría de las veces, provocan desagrado.
6 También se puede investigar acerca de las diferencias y similitudes entre
sapos y ranas. Es posible que algunos chicos ya conozcan la escena de la transformación
del sapo en príncipe, o al revés (quizás a través de los dibujos animados
de la televisión). Eso puede ayudar a trabajar sobre las actitudes y las emociones
de los personajes, que son especialmente claras en el cuento.
Luego, puede comenzarse el recorrido. Leer cuentos, conversar sobre ellos,
comparar los distintos sapos que aparecen y ver si tienen o no algo en común.
Escuchar la lectura, el recitado o el canto de poemas, coplas o canciones tradicionales
también resulta interesante: los chicos pueden aprenderlas jugando, cantarlas,
dramatizarlas. A continuación, citamos algunas opciones en este sentido.
Uno de los limericks de María Elena Walsh (1964) que aparecen en Zoo
Loco se refiere a un sapo y una rana:

Cuando la Rana no se queda quieta
el Sapo enojadísimo la reta.
La Rana está llorando
porque no sabe cuándo
la dejará pasear en bicicleta.
Estaba la rana
nadando debajo del agua.
Cuando la rana se puso a cantar
vino la mosca y la hizo callar.
La mosca a la rana
que estaba cantando
debajo del agua.
Cuando la araña se puso a cantar
vino el ratón y la hizo callar.
El ratón a la araña,
la araña a la mosca,
la mosca a la rana
que estaba cantando
debajo del agua.
Cuando la mosca
se puso a cantar
vino la araña y la hizo callar.
La araña a la mosca,
la mosca a la rana
que estaba cantando
debajo del agua.
Cuando el ratón se puso a cantar,
vino el gato y lo hizo callar.
El gato al ratón,
el ratón a la araña,
la araña a la mosca,
la mosca a la rana
que estaba cantando
debajo del agua.
Cuando el gato se puso a cantar,
vino el perro y lo hizo callar.
El perro al gato,
el gato al ratón,
el ratón a la araña,
la araña a la mosca,
la mosca a la rana
que estaba cantando
debajo del agua.
Cuando el perro se puso a cantar,
vino el hombre y lo hizo callar.

Leer la palabra-mundo
La lectura de palabras es una práctica habitual de primer año. Sin embargo,
contra las situaciones en las que los niños leen palabras seleccionadas al azar
o en función de un orden de aparición de las letras, aquí se propone leerlas en
textos cortos o conocidos. ¿Por qué en textos cortos o conocidos? Porque así se
recrean de alguna manera las situaciones en que verdaderamente un lector se
detiene a leer palabras: en contexto. Además, porque de este modo se reducen
sustancialmente las posibilidades de error, lo que impide que los primeros intentos
de lectura sean frustrantes.
Estas tareas permiten afirmar los conocimientos incipientes sobre la orientación
y la linealidad de la escritura, y sobre la relación entre las marcas gráficas
que aparecen en la página con aquello que se dice. Esto es, la correspondencia
sonido-letra. Cuando los chicos empiezan a leer, primero siguen pistas exclusivamente
visuales, teniendo en cuenta la tipografía y algunas letras que conocen.
Así, son capaces de leer los nombres de las marcas que conocen, su propio
nombre y otras palabras que han visto en numerosas ocasiones. Cuando descubren
el principio alfabético, empiezan a poder leer todas las palabras, porque
establecen relaciones entre las letras y los sonidos. Lentamente, recorren la
palabra de izquierda a derecha y establecen cuáles son los sonidos que corresponden
a las letras que ven, hasta que logran una síntesis, es decir, leen la palabra
completa. A medida que van leyendo más y más (y también al escribir más)
ya no necesitan ir por partes, sino que son capaces de reconocer las palabras
de un golpe de vista, por lo que pueden leer más rápido y mejor.
Al respecto, las rutinas del aula son una oportunidad para que los chicos lean
palabras y que esas palabras tengan que ver con el mundo. Al repartir los cuadernos,
al releer una y otra vez los carteles, al chequear diariamente la lista de
asistencia, están leyendo y aprendiendo muchas cosas sobre la escritura.
La expresión palabra-mundo está tomada de la conferencia “La importancia del
acto de leer”, de Paulo Freire (2002). Allí, este educador brasileño comparte su
autobiografía como lector y habla de sus primeras experiencias de la lectura del
mundo, primero, y de la palabra, después.
Como se ha señalado infinidad de veces, a leer se aprende leyendo. Ahora
bien, ¿cómo hacer para que los chicos verdaderamente lean?
En primer lugar, en las situaciones en las que el maestro les lee, los alumnos
también están leyendo. Es decir, están realizando tareas propias de un lector, como sumergirse en una historia, comentar lo leído o hacerse preguntas.
Sin embargo, si pretendemos que logren mayor autonomía, es necesario que
participen de otras situaciones en las que puedan asumir mayor cantidad de
responsabilidades sobre el acto de leer. Así, este núcleo de aprendizajes se
plantea que los niños lean palabras, oraciones que conforman textos con abundantes
ilustraciones y fragmentos de textos (títulos de cuentos, diálogos de un
cuento leído por el docente, parlamentos de un personaje en una historieta,
respuestas a adivinanzas).
Lectura compartida de textos
A partir de textos ya leídos, el docente puede proponer una lectura compartida.
Las situaciones de lectura compartida son aquellas en las que, si bien el maestro
tiene la mayor responsabilidad sobre la tarea de leer, alienta a los alumnos a
participar en la lectura de alguna parte (palabra, oración, breve fragmento). En
estas situaciones, todos tienen que tener un ejemplar del texto en sus manos o,
por lo menos, uno cada dos o tres chicos.
En una primera lectura del texto, el docente comienza a leer en voz alta y les
pide a los chicos que sigan su lectura con la vista. Si se trata de textos con
estructuras reiteradas, algunos comenzarán a “leer” espontáneamente junto
con el maestro ciertas palabras u oraciones a partir del reconocimiento de un
índice. Este reconocimiento puede ser que la palabra comience con la letra de
su nombre, que la ilustración sea muy “transparente”, que se repitan muchas
de las palabras ya leídas o que haya alguna marca tipográfica muy reconocible.
Se pueden hacer varias relecturas del texto, en las que el docente puede detenerse
como una invitación para que los chicos y las chicas realicen la lectura del
final de algunas frases u oraciones.
Los niños suelen interesarse más por leer “ellos solitos” aquellos textos que
tienen imágenes que los ayudan a comprender el contenido, los que son breves
y los que tienen frases que se repiten y diálogos sencillos de entender. Por eso,
es conveniente comenzar por los libros-álbum que tienen estas características.
Los chicos podrán leer mejor y abordar textos cada vez más difíciles a medida
que establezcan un vínculo afectivo con el maestro, con sus compañeros y
con los libros.
Leer casi solos
Los textos más adecuados para esta tarea son aquellos en los que se repiten
palabras, frases o incluso oraciones, es decir, textos que presentan reiteraciones.
Se trata de actividades de búsqueda de palabras o frases y, por otra parte, de
lectura de palabras o frases que se han aislado de su contexto, como en las
páginas que se reprodujeron antes.
Estas actividades pueden realizarse también mientras se va haciendo un itinerario
de lectura o al finalizarlo. Por ejemplo, si se ha trabajado con textos sobre brujas, es posible
ir elaborando con los chicos tarjetas con palabras o frases referidas a estos personajes
(sombrero, escoba, zapatos con puntas, vestido, verruga, varita, etc.).
Estas tarjetas podrán utilizarse en nuevas tareas de lectura y escritura. Para leer
estas palabras, los niños utilizarán distintas estrategias, es decir, podrán conocer
la palabra de memoria porque ya la han leído y escrito otras veces, o guiarse por
índices (primera letra, última letra), o leer siguiendo las letras una por una.7
También se les puede entregar tarjetas que incluyan palabras referidas a brujas
y palabras que no tengan una relación clara con estos personajes, para que
decidan cuáles podrían estar “en un cuento de brujas” y cuáles sería más raro
que aparecieran. Esta actividad implica no solo poner en juego los conocimientos
que han construido sino también convocar la imaginación, dado que alguno
podría decir, por ejemplo, que una palabra como “computadora”, puede “estar en
un cuento de una bruja que se metió en una computadora”. Este tipo de intervenciones
puede ser el disparador para crear una historia entre todos.
Existen innumerables juegos de lectura de palabras o de frases y es seguro
que cada docente cuenta con varios que utiliza habitualmente. Estos juegos tienen
gran potencia porque los niños se implican con sumo interés en ellos, lo que
les permite aprender. La siguiente es una lista, necesariamente incompleta, de
algunos que suelen realizarse en las aulas.
Dominó de palabras: los chicos juegan al dominó con fichas especialmente
diseñadas para la lectura de palabras. Por ejemplo, uniendo un dibujo en una
ficha con la palabra correspondiente en otra.
Parejas: el objetivo del juego consiste en aparear palabras y dibujos, o palabras
asociadas entre sí (conejo-zanahoria, gato-leche, perro-hueso). Puede
jugarse a la manera de un “Memotest”: sobre la mesa, se disponen los cartones
boca abajo y el primer jugador levanta dos. Si coinciden, se los lleva. Si coinciden, los vuelve a dar vuelta sobre la mesa. A medida que juegan, los participantes
van recordando la ubicación de los cartones, por lo que al avanzar el
juego se levantan más cartones.
Pescadores de palabras: en una palangana, se colocan tarjetas con forma
de peces en las que hay palabras escritas. Los “peces” tienen algún elemento
metálico (puede ser un clip, por ejemplo), que debe ser “pescado” con una caña
que en el extremo del hilo tiene un imán. Si la lectura es correcta, el pez queda
en la “canasta” del pescador.
Lotería de palabras: a la manera de las loterías clásicas, los chicos (solos o
en grupos) cuentan con un cartón en el que figuran palabras. El maestro toma
una palabra de una bolsa y la lee, o muestra un dibujo. Si tienen esa palabra en
su cartón, los chicos la marcan con un poroto, una piedrita o una chapita. El
ganador es quien completa primero su cartón.
Dígalo con mímica: los chicos leen una palabra o una serie de palabras
que sacan al azar de una bolsa, la dramatizan en silencio y los demás intentan
adivinar de qué se trata. Puede jugarse con los títulos de cuentos leídos
o con los nombres de personajes de cuentos que ya se conocen.
En todos los casos, el maestro no es solo un organizador del juego. Presta
ayuda a quienes la necesitan, alienta a que lean y ayuda a leer.8
La evaluación de la lectura
Convertirse en lector es un proceso que lleva tiempo y que involucra distintos tipos
de saberes (conocer para qué leemos, dónde se encuentran los libros y otros materiales
de lectura, manejarse con cierta soltura en la biblioteca de aula, cuidar los
libros y ubicarlos en su lugar luego de leerlos; conocer que hay distintos soportes
para la lectura, que hay distintos textos –un cuento, una poesía–; disfrutar de la lectura
y valorar las interpretaciones propias y las de los otros; conocer la direccionalidad
de la escritura, las grafías y sus relaciones con los sonidos que representan) y
expectativas (por ejemplo: “Quiero poder leer solo y sé que puedo aprender”). Estos
saberes y estas expectativas forman parte de la alfabetización. Por tanto, es evidente
que evaluar solo los desempeños referidos a la lectura de palabras no es considerar
integralmente a los niños en el desarrollo de su proceso como lectores.
Asimismo, para evaluar los aprendizajes de los chicos es necesario considerar para
cada uno sus puntos de partida y sus progresos, sabiendo que hay distintos modos
de desarrollo, a la vez que determinadas metas que alcanzar en el ciclo.